martes, 2 de septiembre de 2008

Alguna ventaja por tener un pie tonto.

La más importante de todas las ventajas de usar únicamente un pie tiene que ver con un misterio que lleva trastornada a la humanidad desde el invento del género textil: ¿dónde van a parar los calcetines que se pierden?
En internet encontrarán muchas teorías, pero ninguna resulta convincente.

Les dirán, por ejemplo, que hay universos paralelos reservados a medias y calcetines a los que se accede en el ciclo de centrifugado de la lavadora, no importa la marca, y que lo más importante es que los calcetines se lo crean o no podrán entrar nunca porque la puerta no se abrirá. Exactamente igual que en el andén de Harry Potter.

Hay quien piensa que los calcetines, en cuanto que de hecho son pareja, también tienen derecho a divorciarse y los que se van es porque están hartos o porque los han echado. Porque se encuentran incompatibles por ser demasiado parecidos, se han cansado de relaciones incestuosas y han decidido buscarse la vida con una media de ejecutivo, que es mucho más seria y sí les comprende. Por cierto , la media también desaparecerá, es lógico.

También encontrarán razones con algo más de lógica: los ha escondido el gato o se han caído del tendedero o bien los ha tirado por la ventana algún amante con muchas prisas y mucho miedo de provocar una intoxicación química. Aunque claro, para eso tienes que tener gato, tendedero o amante, y no siempre es el caso.

La verdad es que es un tema recurrente en blogs personales de medio mundo, el otro medio anda descalzo o no tiene acceso a internet. Es un tema apropiado para inventar tonterías y tramas de conspiración entre objetos no animados. ¡Ja, ja, qué ocurrentes, un calcetín pensando, ja, ja!
Pues a mí me trae sin cuidado, oigan.

Los pierden ustedes porque no valoran a sus calcetines.
Estoy seguro de que no han perdido sus calzones de marca o sus medias a juego con el vestido de fiesta. No, claro, porque esas las cuidan, las valoran, son únicas. Prestan atención especial en que ni encojan ni desaparezcan porque son prendas caras o difíciles de sustituir.
Entonces piensan que los calcetines se pierden solos, y se van andando (o deslizándose o lo que sea que hagan los calcetines para moverse) hasta algún entorno mágico e intangible junto a los mecheros, los tornillos, algunas llaves y alguna lentilla también divorciada, que a pesar de ser un objeto valioso también sufre a menudo la indiferencia de quien las lleva; ellas siempre están ahí y se hacen un poco aburridas por ser tan fieles.
Así ustedes duermen tranquilos: la culpa es de las cosas, que se pierden solas.

Si yo fuera un calcetín de marca y ustedes me colocaran con cuidado en mi funda de marca junto a otras cosas de marca en su cajón de las cosas con marca, me fugaría.
No puedo dejar de pensar en esa fábula de Ovidio en la que el pastor compra dos magníficas ovejas y las instala en el mejor lugar de la granja. Cito de memoria, tal vez sean cabras encontradas en el monte, o calcetines nuevos, para el caso es lo mismo.
El mejor lugar de la granja correspondía hasta el momento a las ovejas más antiguas, a las que le habían dado leche y lana durante tantos años y le habían proporcionado dinero y cariño.
Como ya eran viejas y no servían ni para hacer paté, fueron expulsadas de su recinto privilegiado.
A la mañana siguiente, después de haber pasado la fría noche debajo de un olivo, buscando el calor de un sol inexistente, se encontraron con las ovejas jóvenes, que se habían fugado, y les dijeron algo así:
- ¿Por qué os habéis ido? Os han dado el mejor sitio y las mejores atenciones.
- Porque si os ha hecho esto a vosotras que lleváis con él toda la vida, imagina lo que nos puede hacer a nosotras que acabamos de llegar.

Sí, está claro que uno no debe sentir pena por una lámina de hilos entrecruzados que sirve de funda para el pie, pero sepan que los calcetines los pierden ustedes porque no les prestan atención.
No tenemos costumbre de valorar las cosas insignificantes que nos acompañan día a día y después nos echamos las manos a la cabeza cuando desaparecen. La próxima vez que metan un calcetín en la lavadora estén atentos, podría ser la última vez que lo vean. Dénle su minutito de atención, hagan un nudo para que no se pierda diciéndole alguna cosita cariñosa, por mucho que huela, usted también lo haría si se pasara la mañana metido en su zapato.
O cómprele uno de esos botones de clip que los unen a su pareja para que se cuiden el uno al otro (http://www.sockfix.com/).

Y si ya han perdido la pareja pero no la esperanza de volver a tenerlos juntos, entonces visiten esta página: http://www.lonelysocks.co.uk/
O desistan por completo pero den una vida digna a su calcetín solitario convirtiéndolo en una marioneta para que sus sobrinos vean lo creativos que son y lo divertido que es hacer hablar a las cosas que no hablan (esto no sirve para su vecina, hay que meter... bueno, en fin , que no sirve).
( como-hacer-una-marioneta-con-un-calcetin )

A mí, por cierto , este problema con los calcetines no me afecta ni me importa lo más mínimo.
No sólo he multiplicado por dos el número de calcetines en mi lista de pertenencias sino que todos, absolutamente todos los que tengo, me sirven para lo que fueron hechos.
Chincha rabieta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bien pensado y bien escrito ;-)

Inmundofeliz dijo...

Gracias amelin

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