martes, 19 de agosto de 2008

Hipocondriacos internautas.

Si por Google fuera yo me quedaría cojo de esta después de varias operaciones a lo largo de varios años, con mucho dolor y en un porcentaje de probabilidad muy alto. Además, seguramente, aunque no lo he buscado todavía, mis hijos y los hijos de mis hijos heredarían algún mal rollo congénito que haría que les picaran mucho las narices, o los ojos o directamente las pelotas. Buscar tus síntomas en internet es abrir la puerta de la cantina del averno y mirar qué hay de menú: todo desgracias.

También es cierto que cuando los terrícolas están contentos y no tienen ninguna fuerza gris que les ponga la pierna encima para que no levanten cabeza no invierten su tiempo en contar lo fantástica que es la vida y lo bien que besa su pareja, aunque deberían. Pero si lo hacen , ¿a quién carajo le importa?.
La gente busca enfermedades y dolencias por internet con espíritu pesimista, para confirmar que en efecto da mala suerte pasar por debajo de un gato negro, romper una escalera o que un espejo cruce por delante de tí. Buscamos para despejar los malos augurios, para echar de la repisa a los cuervos negros pero también para observarlos con vocación de ornitológo, no son tan feos. Será por esa cosa romántica de lo sublime que nunca he tenido clara o bien para vigilarlos de cerca, no sea que vengan y te saquen los ojos.

En efecto, la hipocondría es un mal negocio. Es la única afección que el hipocondriaco desestima, una patología del comportamiento que condiciona la vida de quien la padece y, aunque no podemos considerarla una enfermedad en sí, puede provocar reacciones psicosomáticas que generen dolor real, no de rey sino de dolor de doler. Es un trastorno somatoforme que crece como una planta cuando se la riega si se le dá importancia, y esto es mucho más peligroso si se tiene acceso a internet.

Terrícolas hipocondriacos: pueden ustedes tirar su manuales de Merk a la basura, Google lo sabe todo. Lo que no le habrán dicho es que Google tiene muy mala leche, bueno, en realidad es que no tiene capacidad de empatía como los humanos o los bonobos y no sabe que puede hacerle pupita. Si fuera por él, seguramente le contaría alguna mentira piadosa.
De momento, hasta que la tecnología cambie, es un hijo de Caín programado por el mismísimo Satán en las calderas del infierno. Le dirá justo lo que no quiera oir y se comportará como el genio de los chistes, malinterpretando sus deseos y concediéndole lo que pidió sin saber por no hablar con propiedad.



Por si Google fuera poco, he descubierto un par de páginas que requieren atención inmediata.
La primera incluye un test para saber si eres hipocondriaco o no.
( http://www.psicoactiva.com/tests/test13.htm )
Sólo por visitarla con la intención de resolver tan misteriosa pregunta ya deberían ponerte en letras grandes: "Sí, eres hipocondriaco/a." Lógico, aunque también caben el aburrimiento y la curiosidad. Las preguntas son evidentemente intencionadas, pero si son sinceros puede pasarles lo que a mí, que suspendan con nota. Un ocho he sacado, vamos , un desastre; y lo peor es que luego van y me sueltan: "Padece síntomas hipocondríacos, le recomendamos consultar con un especialista."
¿Pues no hemos quedado en que soy hipocondriaco?, ¡qué falta de tacto, por Dios!

La segunda es Medgle.
( http://www.medgle.es )
Un 'buscador de enfermedades' que usa los síntomas que usted va introduciendo a través de cómodos menús desplegables como criterios de búsqueda. La interfaz es gráfica y la imagen recuerda a las carnicerías de Carrefur, todo ordenadito y limpito para señalarlo con el dedo. Ideal para hipocondriacos con pocas ganas de estudiar nombres o que crean tener algún problema con la memoria.
Por supuesto, la he probado. Al margen del olor a betadine y formol que consigue emanar la página en una proeza sinestésica sin precedentes, hay otros aspectos malos a destacar.
Los textos están disponibles en 7 idiomas, pero la traducción a español es tan bizarra que da risa.
Podría darse el caso de que usted seleccionara como síntoma: "juerguista de comida".
La opción existe, y si la selecciona Medgle le dirá que padece un trastorno alimenticio.
Normal, mi abuela también lo habría sabido si hubiera hecho falta con los ojos cerrados.
Suerte tienen de haberse cubierto las espaldas con cláusulas de exención de responsabilidad, notas legales y avisos del tipo: "Medgle no sustituye al médico de cabecera". Manda huevos.

Usted llega a casa con una borrachera de vino que no se la salta un gitano olímpico y cae rendido en los bracitos de Morfeo, que parece haber estado haciendo pesas y está más atractivo que nunca. A la mañana siguiente, sus deposiciones (seámos técnicos: cacas es cursi, mierdas es feo -salvo para la obra de Piero Manzoni, en cuyo caso el término en cuestión es imprescindible- y heces más feo aún), les decía: sus deposiciones son negras como el alquitrán. Disculpen que me ponga escatológico.
¡ALARMA!. ¡ALARMA! .Se hace usted también caquitas a varios niveles emocionales.
- ¿Qué me pasa doctor? -le pregunta usted a Google con el mismo nivel de credibilidad científica con el que la madrastra de Blancanieves le preguntaba a su espejito mágico.
Una voz metálica existente solo en su cabeza contesta : Eso es hematoquecia , y es muy probable que usted tenga una úlcera de estómago en el mejor de los casos, porque también puede ser un cáncer de cólon.

Huelga decir que la coloración, en realidad, es debida a la cantidad de vino que tomó y al exceso de lentejas con chorizo que se le ha olvidado apuntar en la lista de lo que hizo ayer.
Si busca soluciones a sus problemas clínicos en internet, tenga en cuenta que la carrera de medicina dura varios años y que el proceso no acaba ahí. Aún así hay muchos médicos que no tienen ni pajolera idea de lo que están haciendo precisamente porque actúan de un modo sistemático atendiendo sólo a los síntomas pero no al paciente, desvinculando espíritu y "vil materia".
¿Vil materia? No me quiero poner tonto.
Póngase en manos de su médico de cabecera, tal vez sólo necesite ansiolíticos.
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